jueves, 5 de diciembre de 2013

De "sin techo" a Universitario.

De “sin techo” a universitario

Hugo Fiorens es el fundador de la OSC “Voluntarios en red”, que ya lleva una década de tareas solidarias y referente de los padres preventores (quienes trabajan en educación vial).

Diario Los Andes, jueves, 05 de diciembre de 2013



De “sin techo” a universitario (Florencia Kaiser / Los Andes)

Texto: Verónica De Vita

¿Se puede vivir en la calle, estar absolutamente solo, pasar hambre y frío y pese a eso salir adelante para lograr estudiar dos carreras y lograr bienestar económico? Hugo Fiorens (55) tiene la respuesta.

No tenía absolutamente nada material pero su riqueza era más invaluable que cualquier objeto. Dignidad y fortaleza fueron las armas con las que dio batalla a las condiciones adversas que le presentó la vida y gracias a las cuales no sólo logró progresar sino que ahora es el brazo a través del cual muchas personas que sufren necesidades reciben un alivio a través de su grupo de voluntarios.

Fundó hace una década el grupo “Voluntarios en red” que ya tiene más de 20 mil colaboradores y puede entender las carencias de tanta gente a la que ayudan desde su fibra más íntima: las vivió en carne propia.

Hoy se lo ve pululando por los medios gracias a sus acciones que incluyen estadísticas sobre accidentes de tránsito y trabajos con padres para prevenirlos entre los jóvenes, posicionándolo como un actor protagonista de la sociedad mendocina en lo concerniente a la búsqueda del cambio social. Es que, como dice, no se trata sólo de ayudar a otros sino que, además, “el voluntariado cambia a quien lo ejerce”.

Sin embargo, pocos conocen el trasfondo de esta lucha que es una revancha que le dio a la vida.

Sus comienzos como "trapito"

Pertenecía a una familia formada por sus padres y un hermano, para quienes cubrir las necesidades básicas era una lucha cotidiana. El pequeño Hugo era testigo de las dificultades de sus padres y por eso decidió dejar de ser un espectador. “Yo veía cómo sufría mi vieja”, asegura.

Con tan sólo 6 años, decidió que podía hacer algo para ayudar y comenzó a trabajar como “trapito”, limpiando parabrisas. “En aquel entonces no estaban en la calle sino en las estaciones de servicio; ahí trabajaba. Las monedas que ganaba las iba poniendo en una lata de leche pero nunca se llenaba. Mi mamá sacaba de ahí para poder comprar la comida”, recuerda.

Pasaron los años y cuando ya estaba saliendo de la adolescencia su familia decidió mudarse a Buenos Aires, pero él prefirió quedarse. Luego de que partieran, supuso que una tía le daría alojamiento y fue hacia su casa con sus pertenencias, pero ésta no quiso recibirlo. Esa noche la pasó en la casa vacía que su familia alquilaba y debía devolver al día siguiente. “Lo recuerdo como si fuera hoy. Era un 25 de Mayo y hacía muchísimo frío. Hice fuego con lo que pude y fue en ese momento que entendí que estaba solo”, cuenta.

Vivir en la calle

El tiempo posterior fue verdaderamente difícil pero quizá el que más le enseñó sobre cómo sobreponerse ante los desafíos de la vida.

Sin un lugar donde vivir “no podía dormir de noche, así que en pleno mayo me la pasaba caminando. Por el tremendo frío si me quedaba quieto podía pasarme algo y además me daba miedo que me robaran lo poco que tenía”.

Aún tiene muy fresco el recorrido que realizaba noche tras noche por la Ciudad de Mendoza, siempre el mismo y por las mismas veredas: partía desde la calle Morón y San Martín y por ella iba hasta Las Heras. Entonces doblaba y se dirigía por ésta hasta Perú para luego regresar en sentido inverso por las mismas arterias.

En una oportunidad, llevaba tres días sin comer y al pasar por una rotisería se quedó mirando -tras el vidrio- el pollo que daba vueltas... “Ya me lo robaba, era sólo meter la mano y sacarlo, pero no lo hice”, dice. Se fue y unas cuadras después se encontró con el padre de un amigo que le preguntó qué le pasaba. Entonces lo llevó a comer a una confitería y luego a un comedor donde lo presentó y pidió que le dieran de comer siempre que lo requiriera y lo pusieran en su cuenta.

“Ésa fue una de las primeras ayudas que recibí. Con los años, pude yo invitarlo a tomar un café”, explica.

Lágrimas agradecidas

Hugo relata su infancia y su adolescencia con absoluta entereza; sin embargo, se quiebra y los ojos se le llenan de lágrimas cuando habla de quienes le brindaron ayuda.

Había logrado trabajar como guía turístico para una agencia de calle Las Heras. Eso le permitía recuperar durante el día, en los colectivos, las horas de sueño que no tenía en la noche. Cuando los dueños se enteraron de que no tenía dónde vivir le dieron la llave del local. “Así salí de la calle”, expresa.

Conoció a quien  dice que es la mujer que le cambió la vida y que luego se transformaría en su esposa y pudo irse a vivir a una pensión.

“En la casa de mis suegros los jueves se comía pasta. Una vez fui a cenar y me ofrecían repetir me el plato. Yo siempre decía que sí ¡me comí 16 canelones!”.

Sin embargo, “un tiempo después un compañero de habitación me robó absolutamente todo. Fui a la casa de mi novia con lo único que tenía”. Sus suegros al enterarse de lo ocurrido le compraron ropa y todo lo que necesitaba. Esto es lo que más emociona a este hombre que tanto ha sufrido. Luego se casó y se fue a vivir con ellos lo cual hizo durante 7 años.

“Todo cambió: ya tenía un proyecto de vida, techo  y comida”, dice. Tuvieron dos hijos y sostiene que para él era una prioridad poder darles educación, así que con esfuerzo les pagó a ambos la universidad en instituciones privadas. Su hijo se recibió de abogado y su hija de psicopedagoga.

“Cuando se recibieron pensé que ésa era mi oportunidad. Quería estudiar, pero no había hecho la secundaria porque había tenido que trabajar. Existía la posibilidad de rendirla libre y la preparé en dos meses, con ayuda de mis hijos. Es grandioso. Uno cree que siempre es uno el que ayuda a los hijos, pero mis hijos me ayudaron. Aprobé con 9,75”, relata.

Hizo dos carreras a la vez -Psicología Social y Mediación- en menos de cuatro años y se recibió en 2006, con 48 años. Después hizo un posgrado en Organizaciones de la Sociedad Civil.
En 1995 ya había comenzado con el voluntariado a través de la “organización del Trabajo y la Producción”. Explica que “era una época de desempleo y capacitábamos para la inserción laboral”.

Esta iniciativa fue creciendo y se transformó en lo que actualmente es Voluntarios en Red, que ayuda a personas carenciadas, en situación de calle, a escuelas con necesidades, gestionando también ante el Gobierno.

Para él, se trata de devolver a la sociedad  la ayuda que alguna vez recibió. “El voluntariado te corre por las venas, la solidaridad se lleva dentro y por eso también se puede hacer desde lo individual en acciones de todos los días. Además te transforma”, remata.


Compartiendo la Merendada de los sábados con las personas sin techo.

Compartieron la merienda en la plaza con personas sin techo

Voluntarios de una ONG lo hacen todos los sábados en la plaza San Martín. Piden que el Gobierno solucione el problema.

Diario Los Andes, domingo, 01 de diciembre de 2013


Compartieron la merienda en la plaza con personas sin techo 
  Así se llama esta acción que Voluntarios en Red emprende cada sábado con quienes no tienen nada. (Florencia Kaiser / Los Andes)

Verónica De Vita - vdevita@losandes.com.ar

Como cada sábado, ayer por la tarde un grupo de alrededor de 50 personas en situación de calle recibió una mano solidaria que les brindó algo para calmar el hambre. El grupo Voluntarios en Red organizó en la plaza San Martín de Ciudad una "Merendada" en la cual cada uno llevó lo que pudo para aliviar un poco las necesidades de ese grupo que ya les resulta conocido.

Es que la mayoría va todas las semanas y muchos de ellos estaban alojados en el Oratorio Ceferino Namuncurá de Las Heras, que fue cerrado a mediados de noviembre. Allí, el gobierno provincial había abierto el primer refugio para albergar a los "sin techo", pero con fecha de cierre.

Pizza, flan, ensalada de frutas, arroz con leche, se ofrecieron generosamente. "La idea es que en vez de compartir la merienda en la casa se comparta acá, lo que se pueda", señaló Hugo Fiorens, titular de esta entidad que tiene más de 20.000 voluntarios. De este programa en particular -que ya lleva dos años- participan alrededor de 50, muchos de ellos en familia.

Servir al otro es el objetivo y es lo que se los ve hacer, llenando el recipiente vacío que se les extiende. Entre ellos también hay niños que participan acompañados de familiares mayores e intercambian mucho más que diálogo, empapándose de otras realidades.

Los beneficiarios son personas que sólo tienen algún bulto como pertenencia pero a las que les sobran necesidades. Se acercan con sus efectos personales a cuestas y los dejan a un costado, no muy lejos. "Es que los cargan a todas partes que van porque no tienen dónde dejarlos e incluso tienen que dormir sobre ellos por temor a que se los roben", apuntó Fiorens.

Contó que lo primero que hacen es llenarse los bolsillos, porque será el desayuno del día siguiente y recién entonces toman su mediatarde. "Por eso siempre hay que calcular doble ración", comentó.

Los que merendaron ayer ya son habitués: uno de ellos apuntó que además conoce los horarios de otros lugares, mayormente iglesias, donde puede acercarse para calmar al estómago.

Cristina (48) detalló la difícil situación en la que vive mientras sostenía una compotera con un postre de frutilla y chocolate. Es que no sólo tienen hambre de comida: se sienten perseguidos y discriminados.

"Lo que más necesitan los hombres es un lugar dónde quedarse, dónde estar. Muchos viven en hospitales pero los echan y pasa lo mismo con los baños públicos. ¿Quién les va a dar trabajo así?", se preguntó. Siguió contando que está en la calle desde los 12 años y que en pleno invierno ha tenido que dormir en un banco de plaza a la intemperie.

"Pero yo me las rebusco como puedo, vendo cosas, como por ejemplo tarjetas. No voy a esperar que alguien me venga a salvar", dijo la mujer.

Otro joven comentó que es habitual que se los lleven detenidos por averiguación de antecedentes cuando no están haciendo nada y que la última vez que ocurrió lo tiraron al suelo con tal violencia que le arrancaron una muela. Además, mencionó que tuvo que salir con tal apuro y tal desorden del refugio que se le perdió el documento y está esperando la renovación, lo cual también le trae complicaciones.

Frente a esta situación es que la red se ha contactado con referentes del gobierno provincial para buscar una mejor calidad de vida para estas personas. "Es el nuevo paradigma del voluntariado: dejar de ser asistencialista para buscar soluciones de fondo", afirmó Fiorens.

Hasta el lugar llegó Juan Carlos Villegas, director de Emergencia Social, para hacer un relevamiento de las personas que requieren un techo. 
 
 

Visita al Jardín del Barrio Tres Estrellas de Godoy Cruz.

Visita al Jardín del Barrio Tres Estrellas de Godoy Cruz.


Tuvimos la oportunidad de visitar y llevar donaciones a este bello jardín, fue una experiencia hermosa y seguramente se repetirá. Gracias a la directora y las docentes que nos recibieron y compartieron con nosotros su día a día. Y gracias a los chicos por su cariño y dulzura. Volvimos con el alma contenta!!
 
 
 
Gracias a todos los niños por sus sonrisas!

Cerró el único refugio para los "sin techo" de Mendoza


Cerró el único refugio para los "sin techo" de Mendoza

Si bien estaba convenido que el Ceferino Namuncurá abriera hasta el 31 de octubre, el año pasado lo hizo hasta diciembre. Sus ex moradores ahora deben dormir en la calle.

Edición Impresa: Diario Los Andes, sábado, 16 de noviembre de 2013



Cerró el único refugio para los "sin techo" de Mendoza (Claudio Gutiérrez / Los Andes)

Carla Romanello - cromanello@losandes.com.ar

María Cristina tiene 45 años y desde los 41 que vive en la calle. Hasta hace dos semanas pasaba las noches en el Oratorio Ceferino Namuncurá de Las Heras, donde el gobierno provincial abrió el primer refugio para albergar a los "sin techo".

Pero luego de su cierre el 31 de octubre pasado tuvo que buscarse un lugar en uno de los jardines de la Plaza Independencia, donde se prepara una cama con cartones que le sirve para descansar.

"Desde setiembre nos venían diciendo que nos buscáramos algo. Encima quisieron arreglar todo con una choripaneada de despedida", contó indignada la mujer, que es diabética y para poder comer pide en la parada de los colectivos.

Si bien el cierre del refugio ya estaba convenido para esa fecha porque está pensado para dar una solución momentánea durante la temporada invernal, en 2012 su atención se extendió hasta diciembre.

Desde mayo a octubre pasaron por allí un total de 180 personas -que se alojaron desde una noche hasta varios meses- y el promedio de asistencia fue de 50, tal como informaron desde la Dirección de Emergencia Social de la provincia.

Salir del pozo

Reunidas en la Plaza Independencia, un grupo de personas que hacen de ese punto de la ciudad su lugar de residencia y que anteriormente estuvieron en el Ceferino Namuncurá, hablaron de las necesidades de que reabra y también reclamaron una solución permanente.

"Tendría que reabrir más tiempo porque hay gente discapacitada que se fue a vivir ahí y ahora no tiene nada", expuso Juan José (39), quien es celíaco y se encuentra muy por debajo de su peso.

"Uno quiere dormir en una cama todo el año, no solamente cuando hace frío. Habría que pedir a los funcionarios que vengan a pasar alguna noche con nosotros", interpeló Alejandro (46), que se siente un "desaparecido" en democracia por ser invisible para las autoridades.

Por su parte, María Cristina y su pareja, Pablo Joel (29), piden una colaboración que les permita "salir del pozo". "Vas a buscar trabajo y no te toman en ningún lado. Me he cansado de mandar currículums y no pasa nada. Si nos dieran una mano todo sería más fácil", comentó el joven que para juntar unas monedas se dedica a limpiar depósitos de los quioscos.

"Nadie sabe lo que es pasar una noche en la plaza. Es muy complicado porque vienen muchos chicos drogados y borrachos y te tenés que estar cuidando todo el tiempo", detalló la mujer mientras recordó lo mal que la pasó el jueves con el fuerte Zonda que azotó la provincia.

Muchos de ellos también se quejaron de algunas de las condiciones del refugio: "En las comidas siempre nos terminaban dando las sobras de lo que la gente donaba y los baños nos los abrían de vez en cuando y estaban siempre sucios", denunció Abel (45).

Respuesta oficial

Juan Carlos Villegas, director de Emergencia Social, remarcó que si bien ya no cuentan con el albergue siguen gestionando distintos tipos de ayuda para la gente que no tiene lugar para vivir.

"Cerramos como estaba previsto en el convenio y si bien en 2012 se extendió hasta diciembre, este año empezamos antes", informó el funcionario, que contó que durante el último mes ofrecieron a la gente distintas alternativas. "A los mayores de 60 se les ofreció ayuda de la dirección de Adultos Mayores si no tenían PAMI y a los menores les pedimos que se agruparan en grupos de 3 ó 4 para alojarlos en pensiones", indicó Villegas, que deslizó que tienen tres grupos en estas condiciones.

"Los que volvieron a la calle fue porque no nos pidieron la ayuda", aseguró y destacó que actualmente cuentan con una línea de subsidios para alojamiento a la que todavía se puede acceder.

Durante el tiempo que duró el refugio, relató que se trabajó en talleres de salud, documentación, autoestima, empleabilidad, convivencia, entre otros. Para seguir incrementando la respuesta del Estado, Villegas adelantó que están trabajando en abrir un albergue lo antes posible. "La idea es no esperar al invierno".

Con respecto a las quejas sobre las condiciones del lugar, aseveró que visitaba el refugio varias veces por semana y que la comida siempre fue de excelente calidad. En cuanto a los baños, explicó que en contadas ocasiones se acabó el agua y por ello tuvieron que cerrarlos, pero que estuvieron siempre disponibles. "La verdad que es muy difícil conformar a todos porque están conviviendo muchas personas que no se conocen", manifestó.

Organizaciones colaboradoras

La ONG Voluntarios en Red calcula que en el Gran Mendoza hay unas 350 personas en situación de calle, que además de las plazas eligen la Terminal, el Hospital Central y los puentes para cobijarse. "Ellos tienen derecho como cualquier persona de dormir y bañarse, por eso intentamos ayudar a que haya refugios permanentes", expuso Hugo Fiorens, titular de la entidad.

Mientras estuvo abierto el refugio, los voluntarios les llevaron alimentos y actualmente continúan colaborando con ellos todos los sábados en la plaza San Martín. "No hay una verdadera solución para ellos, por eso intentamos acompañarlos, escucharlos y dignificarlos", subrayó Fiorens.

Noelia Aguilar pertenece a los salesianos de Don Bosco y durante varios meses trabajó como voluntaria para preparar la comida en el refugio. "Íbamos antes de que llegaran para poder prepararles la cena. Se recibían muchísimas donaciones", recalcó la joven que aunque ya no está más en el albergue sigue en contacto con ellos.

"Todavía no sabemos qué va a pasar el año que viene. Lo importante es que se sigue trabajando. Hasta se ha conseguido dinero para que dos de ellos vayan a Córdoba para recuperarse de las drogas", precisó.